Dubai en tres palabras: timo, cool coffee y Cubayo.

Debo decir que ya soy hija del campo, y caminando por Marina Dubai me asfixiaba no solo el calor, sino también el lujo que lo impregnaba todo. Mientras avanzaba, no podía evitar recordar esas experiencias fascinantes que habíamos vivido en tan solo unos pocos días.

Subimos en un ascensor que nos llevó casi hasta el cielo en apenas unos segundos. La vista era impresionante, y mientras yo intentaba procesar la magnitud de la arquitectura que se desplegaba ante mis ojos, otros se ocupaban de posar para Instagram, mostrando piruetas, labios rellenos de ácido hialurónico, blusas ligeras y rostros cargados de maquillaje.

Por la noche salir del centro comercial, nos dimos cuenta de que no estábamos en Las Vegas y que las fuentes luminosas no eran las de Bellagio, pero el aire estaba impregnado con el aroma de sándalo, bergamota, canela y vainilla. Nuestra siguiente parada fue mi primer "cool coffee" en la piscina, donde me relajé y recordé lo vivido.

The Frame me hizo pensar en St. Louis, una construcción impresionante A casi 100 metros de altura con un suelo de vidrio, donde puedes pararte y apreciar el poder del hombre, también me sentí en San Francisco cuando fuimos a cenar al Chinatown o el corazón plateado en el Downtown nos hizo recordar a Chicago y su „Been“. Nada es nuevo, pero todo está mejorado. Sin olvidarnos de la pista de esquiar en el Mall de los Emirates, bebiendo café e imaginando una pista cerca de casa con nuestros nietos jugando con la nieve.

Llegar allí nos llevó por laberintos y caminos complicados, y así pudimos ver las dos caras de Dubái. Es fascinante ver cómo miles de hombres levantan colosos de cemento en medio del desierto y, al mismo tiempo, preservan el verdor conquistado en las dunas con paciencia y mimo.

Hombres, máquinas y sueños se entrelazan con el sudor y la determinación de aquellos que arman este rompecabezas. Es un pueblo muy joven, donde todos somos iguales, todos somos extranjeros, sin importar de qué lado nos encontremos.

Existe una dualidad en su rígida moral: puedes dejar tu cartera o tu móvil sobre una mesa y no pasa nada, pero al entrar a los mercados de especias, te timan con una sonrisa en los labios. Al llegar al hotel y escuchar el canal "Cubayo", disfrutando de una vista maravillosa, me sentí aliviada, como si esa belleza aminorara cualquier sensación de pérdida.