Bliss
„Mi luna plateada,oráculo de mis sueños. Nadie soy sin ti, der Mond, mi estro”
En esta semana he encontrado esta noticia sobre la nueva película de Salma Hayek, actriz mexicana, famosa por su increíble poder de interpretación,¿la conocéis?
Su nueva película trata sobre mundos paralelos. Me pregunto, ¿mundos paralelos?
Exactamente lo que nos falta en estos tiempos que estamos viviendo.
Mundos paralelos…
Hace ya algún tiempo, pero aún recuerdo esa tarde gris… esa tarde gris monótona y fría.
Una de esas típicas tardes, donde las calles grises, con el cielo gris y las ventanas grises, reflejan ese tedio continuo en el que nos encontramos sumergidos.
Recuerdo que me dirigía a mi trabajo en tren y, con el vaivén monótono del mismo me quedé adormilada. En ese estado de aletargamiento mi yo interior entró a ese mundo paralelo del que Salma Hayek habla en su película.
Era extraño; de alguna forma yo misma me observaba y veía como ese otro yo adolescente se encontraba en mi antiguo salón de clases, donde no era profesora, sino estudiante.
Me acompañaba solamente una la luz intermitente; era la de mi iPad. No sabía que ya por aquellas épocas existieran esos “chismes”, de repente recibí un mensaje, ¡qué raro!
En aquella época nos comunicábamos por carta o postales y lo más atrevido que teníamos era la grabación de nuestras voces en casetes viejos.
Sin compromiso, y como en un juego en el patio de recreo, nos lanzamos a retozar ingenuamente escribiéndonos como en aquellos tiempos.
Nuestros dedos eran ágiles, así como nuestros pensamientos, y entre pasados y presentes nos construíamos futuros inciertos: Yo seguía durmiendo.
Curiosos escribíamos y ninguno de los dos sabíamos a dónde nos llevaría ese juego: El sopor del tren en marcha me engarzaba sutilmente en lo más recóndito de ese sueño.
Me desperté: el revisor de los billetes del tren interrumpió esa historia. Yo, sonrojada y entre dormida y despierta, atendí a su pedido. »—Billete, por favor. — pero no sabía cuál, si el de ida al cielo o el de regreso del infierno«.
No me encontraba… una parte de mí no estaba. Era solo un “estar” sin “ser”. Era un presente-ausente repartida entre mundos paralelos.
En la estación principal la gente se empujaba, corrían, murmuraban, y yo solo caminaba y disfrutaba de ese vientecillo frío que en mi rostro percibía. El calor en mis mejillas se hacía más intenso, y el frío más llevadero.
Mientras me dirigía hacia mi trabajo recordaba como caminaba por las calles del centro de esa otra ciudad en ese mundo paralelo, llegué hasta la esquina, donde lo vi por primera vez frente a esa casona.
Era un edificio vetusto con paredes de adobe y gigantes puertas. El cruce del umbral era perfecto: de la calle la sombra en el patio la luz.
Mundos paralelos, recuerdo. Era como mi vida oscura que se cruzaba con mi redentor, con mi esperanza, con mi parte buena con su luz.
Las puertas con paneles de cristal se abrían hacia ese patio interior. Al llegar allí empecé a sonreír; la felicidad me embargaba al encontrarme en ese lugar que fue tan importante para nosotros.
Ahora era él el que traspasaba el umbral principal; primero debió acomodar —por unos segundos— sus ojos antes de dar ese paso y entrar a la casona.
Mientras caminaba pausado comenzaba a distinguir, entre la penumbra, una figura femenina recostada sobre un diván. Trató de ajustar nuevamente sus ojos a la luz del patio interior que ahora bañaba la habitación continua y pudo distinguir; además de una tímida sonrisa, unos brazos que reposaban como al descuido sobre su cabeza apoyada en el diván de terciopelo. Me reconoció, era yo: Mundo paralelos.
El cuarto ya no era el de estar; ahora nos encontrábamos en una recámara semi-oscura, apenas bañada por la luz que se filtraba a través de la puerta-ventana del „balcón, y pude apreciar su sonrisa, espectacular. El dueño de esa sonrisa, a quien no había visto por algún tiempo era él.
Al reconocernos, surgió entre nosotros un abrazo inmediato, sincero, completo.
Él se inclinó suavemente y al oído me susurró:—Con mis manos leer tu cuerpo quiero, porque de pasión estoy ciego. Deletrear tus labios de gozo, entender de tu mirada el esbozo. Aquí estoy fervoroso, ¡oh, mi Luna bella! Mundos paralelos.
No me perdono que mi imaginación se rindiese ante lo imaginado y que su ausencia se me hiciera tan presente que lo percibiera en otras presencias, como en esos grises de estas tardes con niebla.
Quería volver a ese sueño de nuevo y perderme en esos mundos paralelos . Y allí, en ese mismo instante, comenzó un mundo desconocido para mí. Era una complicidad extraña entre mis “yos” que hasta ese momento no conocía.
Llegué a casa y comencé a escribir este borrador con mis “yos” concupiscentes que me increparon a sentirme y a conocerse a mí misma.
Después de escuchar a Salma me pregunto si esta vida que llevamos es la absoluta. Ahora obediente escribo dando rienda suelta tanto a mis deseos, como a mis miedos: Quiero experimentar, quiero crear.
Quiero sentir nuevamente aquello que nunca antes había vivido con esa misma plenitud de sensaciones, con un desbordamiento interior de emociones y sentimientos: En ese mundo paralelo.
Ahora mismo no sé si estoy dormida o despierta. Pero se que soy un “ser” con un “estar” intrínseco.
Para entenderme, para aceptarme, para conocerme tendré que regresar nuevamente a ese mundo paralelo: tendré que recordar, tendré que dormir, tendré que despertar, tendré que confiar en él, der Mond.
Tendré que dejarme guiar por su luz hasta lo más profundo de mis adentros. Él estará allí para aguzarme en el silencio.
Espero la hora en que nuestros “yos” vuelvan a conectarse a través del tiempo, a través del fuego. Ese fuego frío que me quema y al mismo tiempo logrará cambiar el oscurantismo de mis sentidos reviviendo a la creadora; ese volver a ser humana sin temer al castigo pseudodivino y aceptando esas sensaciones como naturales en ese mundo paralelo.