Hace algunos años mi hija, al trabajar para la comuna de Rüschegg, tuvo la oportunidad de participar en la conmemoración de los 150 años de esta comuna. Me encantó saber sobre su historia, su vida y sus carencias.

Por primera vez podía casi escuchar las palabras de aquellos que por falta de dinero y con hambre se unían a las filas militares que salían de Suiza a defender otros territorios. Y, si no morían regresaban con unas pocas monedas a forjarse un nuevo futuro para sus familias.

El soldado suizo gozaba de renombre y calidad. Pero ahora solo es una tradición que lleva la estampa suiza. ¿Estáis de acuerdo?