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Semana 38: Nuestro viaje comienza

Bologna no es lo mismo que bolognesa

Salimos de casa temprano, aunque llueve, nos sentimos bien porque sabemos que pronto estaremos gozando del sol, el calor y la famosa comida italiana.

Llegamos a Bologna al atardecer después de haber recorrido 488 kilómetros.

Nos encontramos con una ciudad cubierta y, una fina llovizna nos daba la bienvenida.

Nos hospedamos en una casa que,  podríamos tildarla como una residencia de familia “vergonzante”

—¿Qué significa?

—Pues, son las conocidas familias adineradas venidas a menos.

La casa, aunque se encontraba impecablemente decorada con muebles oscuros con un estilo más bien sombrío, daba muestras de haber vivido tiempos mejores.

Cuadros religiosos con marcos dorados y pesados de madera, grandes espejos, lámparas colgantes estrambóticas de cristal, además de una biblioteca empolvada que olía más a tristeza que a sabiduría.

Alquilar habitaciones, por cierto impecables, debe de ser la única manera de mantener de una manera digna su estatus social.

Salimos a caminar por la noche y nos encontramos con una ciudad suciamente interesante.

Mientras pasábamos delante de sus edificios  rayados y algunas de sus esquinas impregnadas por un olor peculiar, llegábamos a una de sus galerías, donde el olor a caro perfumaba el ambiente y las marcas más famosas del mundo de la moda se presentaban en todo su esplendor.

En plena calle nos tropezamos con muchas parejas bailando tango, como si fuese lo más mas natural de este mundo, además de una presentación de  fotografía en lienzos ondeantes en una de sus plazas.

Admiramos mudos sus edificios antiguos, que nos contaban en silencio sus historias.

Aprendimos que la famosa salsa bolognesa no existe su nombre real es “rangou de carne de res” y, para culminar la experiencia nos dimos el gusto de probar sus helados. De verdad, un lujo.

Al segundo día nos dimos cuenta de que, aunque por unos segundos pensásemos en ello, sabíamos que no nos encontrábamos en Venecia

Este segundo día comenzaremos por el final. La última parada del día antes de seguir nuestro camino fue “la ventana”.

¿Queréis saber que se esconde detrás de ella?

Ante de esta última parada nos dedicamos a recorrer sus angostas  callejuelas en el casco antiguo, donde nos encontramos, por ejemplo: con su barrio ex judío en forma de mano, con sus torres, sus palacios, sus fuentes y con la modernidad también sus grafitis „en papel“.

Hicimos una parada obligada en la plaza de Neptuno para admirar el pulso de la ciudad, gente tomando sus minúsculos cafelitos, hablando más con las manos que con la boca, saludándose en plena calle parando el coche y dejando el motor encendido. ¡Bella Italia! 

De vez en cuando me reconciliaba con esta ciudad, cuando encontraba ciertos garabatos interesantes para mí.

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