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Una semana de película

De camino a un experimento con el séptimo arte. Esta mujer nórdica tendrá tiempo para leer, dormir, mirar por la ventana, recordar, escribir y ver películas. 

Son muchas tareas para estar aislada en un lugar sin ni siquiera un teléfono, cada día recorrerá el mismo trayecto sin ir a ninguna parte, pero el paisaje cambiará según el humor con el que salga de casa ese día.

No verá edificios, ni  urbanizaciones,ni pueblos, ni campos, irán pasando los días y ella se encontrará simplemente suspendida en el vacío. 

En esta quinta semana me he encontrado con un curioso experimento en Suecia: Una mujer pasará una semana desconectada del mundo y solamente se dedicará a ver películas, como si no tuviéramos ya suficiente con este confinamiento.

Canal Youtube: DW Español – 28.01.21

Coincidencias de la vida; ayer por la noche vi una película argentina cuya temática me hizo reflexionar: Aunque el enfoque de la película trataba el confinamiento interior del ser humano egoísta, los hechos transcurrían en la cosmopolita ciudad de Buenos Aires partiendo del tema las viviendas vacías en la gran ciudad.

El enfoque arquitectónico en el que se encontraba apoyado  ese drama ponía de relieve de una forma impecable ese aislamiento social de pleno siglo XXI.

Aislamiento que no ha llegado con la pandemia, simplemente se ha destapado esa carencia propia  de las grandes ciudades y que en este segundo confinamiento  se ha puesto más en evidencia: Era impresionante. 

Pero lo más interesante es que ese modelo de soledad se puede aplicar a cualquier “selva de cemento” en cualquier parte del mundo. 

Hamburgo

Esta soledad la podemos constatar, hoy por hoy, en cualquier lugar: Es espeluznante.

Gente que no puede socializar viviendo como ratones en jaulas de cemento con grandes ventanales a modo de escaparates vacíos de sueños. Vacíos van como mutantes por las calles. Vacíos van sumidos en sus pensamientos.

Imagino a estos habitantes anónimos, subidos en sus zancos de concreto, escribiendo en la penumbra de sus tardes invernales, tristes y solos.

Pero después de ver esa  película anoche y de escuchar de este experimento en Suecia hoy, siento como nuestra sociedad, cada vez se encuentra más sola. Esperando se preguntan: ¿Será este existencialismo moderno normal?

Antes la gente también tenía sus expectativas, pero la solvencia económica, las reglas morales, la sociedad y sus mojigaterías no te permitían “ser”.  Ahora estamos saturados de tanto “ser”. Y siempre queremos más, exigimos más, deseamos más, y aún así seguimos estando solos. 

La palabra “disponible” como esa que se cuelga en esos inmuebles vacíos afectados por la pandemia nos asusta y al mismo tiempo  nos excita. «Tómame, soy una casa vacía. Habítame, recórreme por cada una de mis esquinas y cada uno de mis rincones, aquellos soleados y aquellos oscuros. Comienza por el sótano, mis pies, y sube despacio hasta llegar a la alacena y prodígame de caricias y de besos, sígueme lentamente con tus dedos. Siente la estructura ósea de mi cuerpo, las carnes, las opulencias, los desperfectos, respírame al oído lento, lento, y abre las ventanas de mis ojos de par en par para que por ellas entre la luz de tu deseo».

“Disponibles”, pensamos.  Cruel verdad; qué triste es sentirse así, esperando a ser soñados, esperando a ser  necesitados, esperando a ser vistos, esperando a ser recorridos, esperando, esperando, esperando…

Estamos  aquí con nuestro cartel invisible de “disponibles”:  «Soy grande, soy potente, soy bella, soy delgada, soy talentosa, soy maravillosa, soy inteligente, soy, soy, soy…».

Pero, como en la vida misma, a los tantos “soy(s)” también los acompañan los tantos “pero(s)”.

Está muy lejos, está muy cerca, está ocupado, está muy pequeño, está muy grande, está muy barato, está muy caro, está, está, está…

Y no nos damos cuenta de que, en medio de nuestro sórdido egoísmo, estamos hablando de un techo que en el mal tiempo nos brindará abrigo. Hagamos compromisos de precio, de espacio, de lugar, de momentos, y ocupémonos el uno del otro, y dejemos ya de estar “disponibles“.

Disponibles hasta para esos experimentos sórdidos…

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